La narración del gran narrador

Hacía demasiado tiempo que no subía a la cima del monte Vaea a contar una historia y hete aquí que el calendario me ha brindado la feliz oportunidad para narrar la narración de un gran narrador. Y valga la aliteración para, además, felicitarle. Y es que tal día como hoy, 28 de diciembre, hace 93 años, nacía en Nueva York, Stanley Martin Lieber, hijo de emigrantes judíos rumanos, más conocido como Stan Lee, el padre, entre otros muchos personajes, de Spiderman, Los Cuatro Fantásticos o la Patrulla X. El gran creador del Universo Marvel puede presumir de haber aportado a la cultura popular occidental un elenco apabullante de iconos que, además, son una fábrica de hacer dinero.

Stan Lee ultima cena
Stan Lee acompañado por algunas de sus creaciones para la Marvel.

La llegada de Stan Lee al mundo de los cómics empieza en 1940. Con apenas 18 años y sin haber pasado por la universidad, el aún Stanley Martin Lieber entró a trabajar como chico para todo en Timely Comics, antecesora de la Marvel. Dos años después conseguía firmar su primera historia de dos páginas con el Capitán América como protagonista. El sueño de aquel chico era ser escritor como sus admirados Robert Louis Stevenson y Edgar Rice Burroughs y, por eso (dado que hacer tebeos no parecía el mejor inicio para un futuro literato), firmó la historieta como Stan Lee (que, en inglés, suena igual que su nombre de pila). Nadie podía imaginar que aquel seudónimo se iba a convertir en uno de los iconos de la Marvel y que todos los cómics de la Fábrica de las Ideas (como se conoce también a la editorial) empiezan siempre bajo el lema “Stan Lee presenta”, incluso hoy en día, décadas después de que se retirara como editor principal y responsable artístico de la firma.

Las décadas de los 40 y 50 están consideradas como la Edad de Oro del cómic estadounidense dado que fue entonces cuando las historietas se convirtieron en una industria importante en el sector del entretenimiento. En 1939 nació el primer superhéroe, Superman, y, gracias a su éxito le siguieron otros como la primera versión del Capitán Marvel (ha habido muchas otras) y, en el caso de Timely Comics, la Antorcha Humana (su primera versión, que era un androide sin relación alguna con los Cuatro Fantásticos) y, sobre todo, el Capitán América.

Durante los 40, los cómics de superhéroes iban desde la pura fantasía hasta la propaganda política más descarnada (en la portada del primer número del Capitán América, el héroe le suelta un puñetazo al mismísimo Hitler). Sin embargo, a mediados de los 50, aquellas historias perdieron el favor del público. Sólo Superman parecía resistir mientras que Timely Comics tenía que cancelar las series del Capitán América, la Antorcha Humana y Namor y se orientaba hacia historias de terror, policíacas, (el llamado pulp) humor e incluso westerns. No obstante, Stan Lee, ya asentado como guionista de plantilla, intentaba, en vano, mantener viva la llama de los superhéroes con giros dramáticos como la muerte de Bucky (el ayudante del Capitán América) pero, aún así, aquellos superhéroes desaparecieron sin remedio.

Primer número de los FF de agosto de 1961
Primer número de los FF de agosto de 1961

El inicio de la carrera espacial entre EEUU y la URSS hizo que el interés del público por las fábulas de astronautas creciera y, ahí, Stan Lee vio una oportunidad. Concibió así la historia de cuatro personas que conforman una familia un tanto disfuncional pero que se quieren mucho entre ellos y que, además, hacen viajes por el espacio. Precisamente en uno de esos viajes, debido al bombardeo de rayos cósmicos producidos por una tormenta estelar, estas cuatro personas adquieren prodigiosos superpoderes que, como no podía ser de otra forma, son usados para combatir el mal. Aquella idea tomó forma física el 8 de agosto de 1961 cuando aparecía el primer número de The Fantastic Four, los FF por sus siglas en inglés. Serían los primeros personajes surgidos de la mágica alquimia que brotaba de los guiones de Lee y los lápices de Jack Kirby a los que después habría que unir los de Steve Dikto. Este triunvirato crearía la práctica totalidad de los héroes clásicos de la Marvel. Tras los FF vendrían Spiderman, Hulk, Thor, Iron Man, Los Vengadores, los X-Men, el Doctor Extraño y, muchos otros. El último nacido directamente de la mente creadora de Lee fue Daredevil. Los muy iniciados en los misterios de la Marvel (porque las historias de su universo es lo más parecido a una experiencia religiosa que he tenido, allá durante mi adolescencia) podíamos detectar qué personaje había salido directamente de las meninges de Lee por su nombre. Y es que, una de sus manías era que el nombre y el apellido de las creaciones favoritas de Stan the Man (otro de sus apodos) empiezan por la misma letra. Así nacieron Peter Parker (Spiderman), Bruce Banner (Hulk), Reed Richards (Mr. Fantástico), Scott Summers (Cíclope), Matt Murdock (Daredevil) Stephan Strange (Dr. Extraño), Otto Octavius (Dr. Octopus).

Varias claves explican el inmenso y rápido éxito que tuvieron aquellas primeras historias de los FF en un contexto donde los superhéroes parecían estar limitados a las aventuras de Superman, Batman y Linterna Verde, los tres pilares de la gran rival de Marvel, DC Comics. Aquellos cuatro héroes no llevaban máscaras, tenían identidades públicas y conocidas, vivían en Nueva York (y no en ciudades ficticias como la Metrópolis de Superman o Gotham City de Batman) y, además de salvar el mundo cada semana, tenían los mismos problemas que el norteamericano medio, debilidades, miedos y angustias como todo hijo de vecino. Lee creó una nueva mitología, unos nuevos dioses que, como los antiguos olímpicos, eran incluso más terrenales en sus pasiones e instintos que los propios mortales a pesar de sus increíbles poderes. En definitiva, al hacer más humanos a los superhumanos, Stan Lee consiguió renovar aquel subgénero de forma que su influencia sigue hasta hoy y nadie ha conseguido superarle. La disfuncionalidad de los FF; las tribulaciones de Spiderman; la ceguera de Daredevil o la automarginación de la Patrulla X son logros creativos que convirtieron las fábulas infantiloides de personajes con leotardos en historias que han llegado a millones de personas y unido generaciones en todo el mundo.

Lee creó también el llamado ‘Método Marvel’ para crear las historias. Lee hacía una sinopsis de la historia que entregaba al dibujante y luego escribía los diálogos basándose en el dibujo acabado. Esto ha provocado no pocas dudas porque resulta imposible saber qué parte de la historia era de Stan Lee y qué parte era del artista gráfico. Y esto se complicó aún más cuando Lee se limitó a supervisar el trabajo del ejército de guionistas. No obstante, su impulso creativo ya le había convertido en leyenda.

Stan Lee estuvo a los mandos de la Marvel como principal responsable artístico hasta finales de los sesenta, siendo sustituido por su ayudante Roy Thomas que gestionó a las mil maravillas la herencia del patriarca llevando a la Marvel, durante las décadas de los 70 y 80 a su máxima expresión. En 1972, la Marvel vendía 90 millones de ejemplares en todo el mundo. A partir de los 90, la compañía entraría en crisis porque los cómics habían cedido terreno en el entretenimiento infantil y juvenil ante otros soportes como los videojuegos (los que rondamos los 40, creo, somos la última generación que disfrutó de los tebeos casi en exclusiva, al menos durante un tiempo). Sin embargo, la Marvel ya había entrado por derecho propio en la cultura popular y era cuestión de tiempo que ese mérito se convirtiera en valor. En mucho valor monetario, de hecho.

Tras la crisis de la editorial durante el salto del siglo XX al XXI, cuando la propiedad de la compañía pasó por varias manos, llegaron los primeros éxitos de las adaptaciones al cine serias y solventes por parte de Hollywood, de tal suerte que los superhéroes se han convertido en un subgénero audiovisual con sus propios códigos y, sobre todo, con sus buenas cuentas de resultados. Intentar explicar todos los detalles sobre quién tiene los derechos de cada personaje es una tarea digna de un doctorado en Economía pero, en síntesis, cuando en agosto de 2009 Disney compró la Marvel por 4.000 millones de dólares, la compañía de Mickey Mouse no lo hizo sólo para seguir editando cómics sino para garantizarse los derechos de miles de personajes. Esta especie de compra al por mayor de futuras historias no es ninguna tontería porque ejemplos de lo rentable que son los relatos de superhéroes hay unos cuantos: las tres entregas de Spiderman recaudaron 2.500 millones de dólares y las de los Vengadores triplicaron esa cifra. Otros héroes como los X-Men ya tienen su propia franquicia y en marcha hay proyectos como Dr. Extraño o magníficas adaptaciones a la televisión como las que ha llevado a cabo Netflix con Daredevil o (aún mejor, en opinión de este escribidor) ‘Jessica Jones’.

Stan Lee, a pesar de su edad, sigue de lo más activo. Es una deliciosa tradición el buscar su cameo en las diferentes adaptaciones al cine o la televisión de sus criaturas. Aparece en muchas de las adaptaciones, pero no en todas por diferentes causas y, en algunas, de forma tan original como en ‘Jessica Jones’ de Netflix donde se ve una foto suya colgada en un cuadro homenaje de los policías muertos como ‘Héroes de la Batalla de Nueva York’ que sale en la primera entrega de ‘Los Vengadores’.

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Homenaje a Stan Lee según un dibujo de J.Scott Campbell.

Respecto a los cómics propiamente dichos, en mayo del año pasado se inició por parte de la Marvel una especie de reset dado que, a lo largo de los años, las tramas, relaciones e historias se habían vuelto tan enrevesadas que perdían la coherencia. Y, además, estaban las ventas, claro. Los nuevos responsables decidieron ‘limpiar la casa’ y una de sus víctimas fue, precisamente, la primera criatura de Stan Lee. La colección de los FF dijo adiós en mayo de 2015. Su ultima viñeta era igual que la primera en 1961: un cuatro en llamas brillando en el cielo de Nueva York. Hoy, al menos hoy, debería volver a brillar el símbolo de los FF, o la X de los X-Men o la araña de Spiderman para homenajear los 93 años de su creador. Happy Birthday, Stan!